I C O N O G R A F Í A M U S I C A L
José Luis Navas, marzo de 2013
PINTURA
ESCULTURA
TAPICES
Igor Stravinsky decía, en una serie de entrevistas realizadas a mediados del pasado siglo, que en aquel momento - la situación es la misma en la actualidad - el músico disponía de instrumentos "resúmenes", mientras que nuestros antepasados tenían familias enteras de un mismo instrumento a su disposición. Hoy en día estamos acostumbrados a generalizar, e identificamos los instrumentos musicales con inequívoca exactitud. Sin un ápice de duda decimos un violín, una trompeta, una guitarra, un piano... porque todos ellos responden a una serie de características que los definen. Pero esto, conforme nos vamos alejando en el tiempo, nos aparece cada vez más confuso, hasta tal punto que si nos remontamos a la Edad Media, es a veces muy difícil precisar si se trata de tal o cual instrumento. Unas veces porque nos faltan detalles en la representación que nos permita afinar nuestra apreciación; otras porque no es fácil definir organológicamente dónde acaba un instrumento y dónde empieza otro distinto, aunque pertenezcan a la misma familia. Así que no es extraño ver eruditos distintos que, frente a una misma imagen, responden con distinto criterio. También se da el caso de la existencia de nombres distintos para un mismo instrumento.
Por otro lado, debemos tener en cuenta que los constructores de instrumentos durante el Renacimiento y el Barroco tienen un espíritu altamente artístico, creativo e investigador. Si nos centramos en el laúd, que es el instrumento más representado durante los siglos XVI a XVIII, podemos advertir que no existen dos representaciones iguales, pero es que un mismo luthier tampoco construía dos instrumentos idénticos, puesto que ensayaba soluciones distintas en cada uno, siempre poseído por un afán de superación. Es más, si analizamos todos y cada uno de los violines que conservamos del luthier más mítico de todos los tiempos, es decir, de Antonio Stradivari, vemos que existen grandes diferencias constructivas entre todos ellos; y si hoy día nos parecen similares desde el ángulo visual, es porque en el S. XIX sufrieron sustanciales modificaciones para adecuarlos tanto a la técnica instrumental como a la estética sonora imperante en la época. De hecho no conservamos un solo instrumento en el estado original, tal y como salió en su día del taller del maestro, y así hoy pasan por viola o violoncellos instrumentos que en su momento fueron quintones o violones, y que han sido sustancialmente reformados.
La práctica totalidad de los instrumentistas que vemos en estas pinturas y esculturas, al ser de temática religiosa, son ángeles. La representación de ángeles músicos comienza a ser frecuente a partir de los escritos de la mística medieval Hildegard von Bingen, extendiéndose rápidamente por toda Europa. Las primeras representaciones aparecen en manuscritos ingleses, siendo las figuras más representadas ángeles tañendo trompetas o instrumentos afines, como cuernos o trompas, tal como aparecen en el Apocalipsis. Pero con el tiempo van ganando cada vez más importancia los instrumentos de cuerda pulsada, como el laúd y el arpa. Son frecuentes especialmente en temas relativos a la Virgen, como la natividad, la coronación... También es muy abundante la iconografía relativa al paraíso.
Andando el tiempo, cada vez tendrán más fuerza las escenas de conjunto frente al músico individual y aislado, ya se trate de cantores, ya de instrumentistas. Un recorrido por la iconografía instrumental a través del tiempo, nos permite ver la evolución de la práctica musical, cómo se va adaptando al gusto de cada momento, el mayor o menor uso de determinado instrumento, la disposición de los grupos... Así vemos que en representaciones alegóricas al paraíso, prevalecen los instrumentos de viento metal, de sonido brillante y triunfal; mientras que en la coronación de la Virgen predominan los instrumentos de sonido suave tañidos por delicados ángeles.